El Traje de los Sueños
Hola. Le dijo aquel hombre a la niña. - ¿Qué te ha pasado? estás
muy triste y no he podidoresistirme a preguntarme, qué podría
entristecer tanto a una niña tan joven. Si quieres, me sentaré aquí un
ratito a charlar, si no te incomoda, pero solo un ratito. Tengo que
acabarde barrer esas hojas del parque. La niña lo miró, aún con
lágrimas en los ojos, y no articulópalabra. Solo se limitó a asentir
con los hombros, pues le daba igual que se sentase o que
siguiese trabajando.
-¡Bien! me sentaré. tampoco me irá mal un pequeño descanso,
no te molestaré. Y se sentó en la otra punta del banco mientras
miraba los árboles con una sonrisa. Dejó su escoba a un lado del
carro, y se puso a contemplar el paisaje. Era otoño y el parque vestía
un traje de tonos anaranjados precioso. La gente paseaba entre aquel
manto de hojas, que él se encargaba de recoger en su cubo.
Pasados unos segundos empezó a hablar para sí mismo, eso
parecía al principio, y en voz alta.
-Me encanta observar a la gente, sus emociones... contrastarlas
con el paisaje, con el ambiente. Veo todos los días pasar cientos de
personas por aquí. Dejan sonrisas, carcajadas, lágrimas, tristeza,
indiferencia sobre todo, rabia, alegrías, penas; todas repartidas por el
aire. Yo intento no atraerlas, al menos las malas. No me gusta
ensuciarme con malos pensamientos, en cambio yo dejo en ese
mismo ambiente mi alegría, y sobre todo, mi compasión hacia esas
almas que no sé por qué, un día, dejaron de soñar. A veces solo son
llantos pasajeros, pero veo demasiada indiferencia en el aire; la
mayoría de personas que pasan por aquí parecen robots. En
ocasiones me pregunto, ¿se habrán fijado en mí, saben que estoy
aquí? por que algunos me atropellan incluso, ensimismados en sus
estresantes asuntos. Mira aquel señor, ¿Crees que ha visto que está
pasando por en medio de las hojas que cuidadosamente he apartado
en aquel montón?... Pero no, no me enfado. Le compadezco
por que imagino que no tiene tiempo ni para eso... como me voy a
enfadar con él. No creo que haya nadie que pase por aquí, que sepa
que delante de este banco en el que estamos tú y yo, hay 15 árboles
delante nuestro, no saben que ahora en otoño, sobre las 7:30 se va
escondiendo el sol, y su reflejo deja un color anaranjado y rojizo sobre
el estanque exactamente igual que las hojas que están por caer y las
que hay en el suelo, formando un espectáculo majestuoso como
puedes ver ahora mismo. Si preguntamos qué son esos animalitos
que flotan y nadan en el agua, verían que son patos. Pero si ahora mismo le dices a esa señora que va con prisa, que son cisnes; seguramente lo
creería por no parar a mirar un segundo. Es triste que la vida no pare
a esperarte y que nosotros además pasemos tan deprisa, sin
apenas apreciarla...
Muchas veces me preguntan el porqué de trabajar aquí, en el
parque, barriendo y manteniendo la limpieza en el lugar. Como si
fuese un trabajo menor. Y yo les respondo, pocos trabajos te
permiten disfrutar de la contemplación de la naturaleza a la vez
que vives una conexión consciente con tu vida; para mí es como
meditar en continuo movimiento. Disfruto cada hora que paso aquí,
y luego tengo todo el tiempo del mundo para disfrutar de otras
aficiones que tengo. Y cuando tengo vacaciones, viajo por el mundo...
no importa a donde, simplemente me mezclo con la gente y
observo, aprendo y hablo con ellos. ¿Por qué trabajo aquí? No
podría ser más evidente, pero si vas ataviado con esta ropa y estás
agarrado a una escoba, parece que tengas que ser un infeliz; y no, no
es así... infeliz es aquel que se ha inundado de doctrinas, de las
normas de los demás, de las experiencias malas de los demás, que te
sirven como aviso y como penitencia propia. Parece que más que avisos,
la gente a veces y sin querer, quiere que revivas tú sus penas, sus malas experiencias. Por eso te diré, un secreto que quiero que guardes bien fuerte en tu mente.
Entonces el hombre ahora sí, miró a la niña. Ésta ya lo estaba
mirando con unos ojos como platos. Y le dijo: -¡Ponte el traje
de los sueños, y no lo manches con las realidades de los demás!. Espero que algún día te acuerdes y lo intentes entender.
Entonces se levantó y cogió su escoba, su carro, su sonrisa y
continuó con su labor como si nada hubiese pasado.
Una década después, aquel filósofo de la escoba, seguía allí en su
parque. Ni siquiera había envejecido y seguía igual de alegre en sus
tareas. La gente que pasaba, como antes, ni siquiera lo veían; ni a él
ni a los elementos que conformaban el parque, que seguía allí
exactamente igual que cada otoño. Entonces una joven con una
sonrisa de oreja a oreja se plantó delante de él. Y el hombre
sorprendido dijo: ¡Hola!
-¡Hola señor!_Dijo la joven. _Solo he pasado para decirle una cosa,
bueno unas cuantas de hecho. Aparte de observar los patos, los
árboles y el atardecer en este día de otoño; quería darle las gracias.
No sé si se acordará de mí, pues he cambiado bastante desde entonces;
veo que usted no... Pero solo quería decirle que llevo puesto el traje de
los sueños como me dijo, y aunque lo han intentado manchar y lo
siguen intentando; lo llevo perfectamente limpio de realidades ajenas.
No me importó llorar y estar triste aquel día, y escaparme y sentarme
en ese banco... Aprendí algo muy importante, y le estaré por
siempre agradecida. Espero que su traje tampoco se haya manchado...
Se acercó a él que esbozaba una sonrisa placentera y con un aire
como de descanso, de haber cumplido su deber por una sola vez. Le
dio un abrazo y dijo:
-Adiós y gracias otra vez._ Sin más se fue andando con la misma
sonrisa que trajo aquel día, mirando a un lado y a otro, formando
parte de la vida. Entonces se giró esperando ver por última vez
a aquel hombre; pero no estaba, no estaba su carro, no estaba
su escoba. Solo un montón de hojas en el suelo. Le pareció muy
extraño la rapidez con la que había desaparecido. Entonces tuvo
deseo de preguntar, se acercó a una parada donde vendían diarios
a escasos metros de allí. Y le preguntó al dependiente:
-Perdón señor, acabo de hablar con aquel hombre que barre el
parque y me preguntaba si sería tan amable de darle un recado,
me he olvidado de decirle algo.
El tendero la miró con incredulidad y asombro y contestó:
-Jamás ha habido aquí nadie limpiando el parque, y menos solo
con su escoba. Los servicios de limpieza pasan muy temprano
por la mañana a hacer esas tareas con una máquina.
La joven dio un paso atrás, y en su rostro se borró la sonrisa:
-Perdone me habré equivocado, disculpe las molestias. Y
rápidamente se fue, volviendo sobre sus pasos. Se sentó en el
mismo banco de antaño, aún sin comprender nada. Levantó la vista
hacia el estanque, ya en sus últimos reflejos de luz del sol. Y al otro
lado lo que parecía una figura alada la estaba mirando, en ese
momento los últimos rayos de sol se apagaron y la penumbra dio
paso a la incredulidad...a su lado encontró un papel doblado cerca
de su mano que decía: Ponte el traje de los sueños y no lo manches
con las realidades de los demás. La nota era un recorte de un
periódico local de hacía 100 años, debajo de esta frase, podía verse
la foto de aquel hombre barriendo el parque...
muy triste y no he podidoresistirme a preguntarme, qué podría
entristecer tanto a una niña tan joven. Si quieres, me sentaré aquí un
ratito a charlar, si no te incomoda, pero solo un ratito. Tengo que
acabarde barrer esas hojas del parque. La niña lo miró, aún con
lágrimas en los ojos, y no articulópalabra. Solo se limitó a asentir
con los hombros, pues le daba igual que se sentase o que
siguiese trabajando.
-¡Bien! me sentaré. tampoco me irá mal un pequeño descanso,
no te molestaré. Y se sentó en la otra punta del banco mientras
miraba los árboles con una sonrisa. Dejó su escoba a un lado del
carro, y se puso a contemplar el paisaje. Era otoño y el parque vestía
un traje de tonos anaranjados precioso. La gente paseaba entre aquel
manto de hojas, que él se encargaba de recoger en su cubo.
Pasados unos segundos empezó a hablar para sí mismo, eso
parecía al principio, y en voz alta.
-Me encanta observar a la gente, sus emociones... contrastarlas
con el paisaje, con el ambiente. Veo todos los días pasar cientos de
personas por aquí. Dejan sonrisas, carcajadas, lágrimas, tristeza,
indiferencia sobre todo, rabia, alegrías, penas; todas repartidas por el
aire. Yo intento no atraerlas, al menos las malas. No me gusta
ensuciarme con malos pensamientos, en cambio yo dejo en ese
mismo ambiente mi alegría, y sobre todo, mi compasión hacia esas
almas que no sé por qué, un día, dejaron de soñar. A veces solo son
llantos pasajeros, pero veo demasiada indiferencia en el aire; la
mayoría de personas que pasan por aquí parecen robots. En
ocasiones me pregunto, ¿se habrán fijado en mí, saben que estoy
aquí? por que algunos me atropellan incluso, ensimismados en sus
estresantes asuntos. Mira aquel señor, ¿Crees que ha visto que está
pasando por en medio de las hojas que cuidadosamente he apartado
en aquel montón?... Pero no, no me enfado. Le compadezco
por que imagino que no tiene tiempo ni para eso... como me voy a
enfadar con él. No creo que haya nadie que pase por aquí, que sepa
que delante de este banco en el que estamos tú y yo, hay 15 árboles
delante nuestro, no saben que ahora en otoño, sobre las 7:30 se va
escondiendo el sol, y su reflejo deja un color anaranjado y rojizo sobre
el estanque exactamente igual que las hojas que están por caer y las
que hay en el suelo, formando un espectáculo majestuoso como
puedes ver ahora mismo. Si preguntamos qué son esos animalitos
que flotan y nadan en el agua, verían que son patos. Pero si ahora mismo le dices a esa señora que va con prisa, que son cisnes; seguramente lo
creería por no parar a mirar un segundo. Es triste que la vida no pare
a esperarte y que nosotros además pasemos tan deprisa, sin
apenas apreciarla...
Muchas veces me preguntan el porqué de trabajar aquí, en el
parque, barriendo y manteniendo la limpieza en el lugar. Como si
fuese un trabajo menor. Y yo les respondo, pocos trabajos te
permiten disfrutar de la contemplación de la naturaleza a la vez
que vives una conexión consciente con tu vida; para mí es como
meditar en continuo movimiento. Disfruto cada hora que paso aquí,
y luego tengo todo el tiempo del mundo para disfrutar de otras
aficiones que tengo. Y cuando tengo vacaciones, viajo por el mundo...
no importa a donde, simplemente me mezclo con la gente y
observo, aprendo y hablo con ellos. ¿Por qué trabajo aquí? No
podría ser más evidente, pero si vas ataviado con esta ropa y estás
agarrado a una escoba, parece que tengas que ser un infeliz; y no, no
es así... infeliz es aquel que se ha inundado de doctrinas, de las
normas de los demás, de las experiencias malas de los demás, que te
sirven como aviso y como penitencia propia. Parece que más que avisos,
la gente a veces y sin querer, quiere que revivas tú sus penas, sus malas experiencias. Por eso te diré, un secreto que quiero que guardes bien fuerte en tu mente.
Entonces el hombre ahora sí, miró a la niña. Ésta ya lo estaba
mirando con unos ojos como platos. Y le dijo: -¡Ponte el traje
de los sueños, y no lo manches con las realidades de los demás!. Espero que algún día te acuerdes y lo intentes entender.
Entonces se levantó y cogió su escoba, su carro, su sonrisa y
continuó con su labor como si nada hubiese pasado.
Una década después, aquel filósofo de la escoba, seguía allí en su
parque. Ni siquiera había envejecido y seguía igual de alegre en sus
tareas. La gente que pasaba, como antes, ni siquiera lo veían; ni a él
ni a los elementos que conformaban el parque, que seguía allí
exactamente igual que cada otoño. Entonces una joven con una
sonrisa de oreja a oreja se plantó delante de él. Y el hombre
sorprendido dijo: ¡Hola!
-¡Hola señor!_Dijo la joven. _Solo he pasado para decirle una cosa,
bueno unas cuantas de hecho. Aparte de observar los patos, los
árboles y el atardecer en este día de otoño; quería darle las gracias.
No sé si se acordará de mí, pues he cambiado bastante desde entonces;
veo que usted no... Pero solo quería decirle que llevo puesto el traje de
los sueños como me dijo, y aunque lo han intentado manchar y lo
siguen intentando; lo llevo perfectamente limpio de realidades ajenas.
No me importó llorar y estar triste aquel día, y escaparme y sentarme
en ese banco... Aprendí algo muy importante, y le estaré por
siempre agradecida. Espero que su traje tampoco se haya manchado...
Se acercó a él que esbozaba una sonrisa placentera y con un aire
como de descanso, de haber cumplido su deber por una sola vez. Le
dio un abrazo y dijo:
-Adiós y gracias otra vez._ Sin más se fue andando con la misma
sonrisa que trajo aquel día, mirando a un lado y a otro, formando
parte de la vida. Entonces se giró esperando ver por última vez
a aquel hombre; pero no estaba, no estaba su carro, no estaba
su escoba. Solo un montón de hojas en el suelo. Le pareció muy
extraño la rapidez con la que había desaparecido. Entonces tuvo
deseo de preguntar, se acercó a una parada donde vendían diarios
a escasos metros de allí. Y le preguntó al dependiente:
-Perdón señor, acabo de hablar con aquel hombre que barre el
parque y me preguntaba si sería tan amable de darle un recado,
me he olvidado de decirle algo.
El tendero la miró con incredulidad y asombro y contestó:
-Jamás ha habido aquí nadie limpiando el parque, y menos solo
con su escoba. Los servicios de limpieza pasan muy temprano
por la mañana a hacer esas tareas con una máquina.
La joven dio un paso atrás, y en su rostro se borró la sonrisa:
-Perdone me habré equivocado, disculpe las molestias. Y
rápidamente se fue, volviendo sobre sus pasos. Se sentó en el
mismo banco de antaño, aún sin comprender nada. Levantó la vista
hacia el estanque, ya en sus últimos reflejos de luz del sol. Y al otro
lado lo que parecía una figura alada la estaba mirando, en ese
momento los últimos rayos de sol se apagaron y la penumbra dio
paso a la incredulidad...a su lado encontró un papel doblado cerca
de su mano que decía: Ponte el traje de los sueños y no lo manches
con las realidades de los demás. La nota era un recorte de un
periódico local de hacía 100 años, debajo de esta frase, podía verse
la foto de aquel hombre barriendo el parque...
Jordi Luna
Nota personal:
Este señor barrandero... ¿No sería el misterioso "maestro-mensajero" Goraknat... Babaji? Si además es un cuento, es así, tiene años como para haber aprendido ciertas cosas, pero atento, a ti... no se te pide que NO
TE ENFADES, sino que seas tú mismo, y no malinterpretes eso de
ponerte el traje de los sueños, y quitarte la realidad de los demás, con
que dejen de importarte, no... Se trata de quitarse de encima las malas
experiencias o las expectativas de ellos acerca de ti, su ignorancia acerca
de tu misión de vida, quizás ellos no saben si estas haciendo lo
correcto, como saber si un niño hace lo correcto cuando patalea
nervioso ante una noticia sobre su mamá que se debate entre la
vida y la muerte, las apariencias engañan lo crees un "mal-educado"
cuando sólo "está" nervioso en dicha circunstancia de vida, este
cuento sirve para animarnos en la consecución de los sueños, pero
no es una invitación a reprimir-controlar emociones, para parecer
ser mejor de lo que uno es en estos tiempos, ese camino es mas
largo y tedioso. No se puede emular a un viejo sabio como
Goraknat, muchos están hace muchos años en estas cosas, otros...
llevan dos o tres años o meses, sin embargo, hay algunos que llevan
siglos... así que, date tiempo... (Maribel Fombella)
TE ENFADES, sino que seas tú mismo, y no malinterpretes eso de
ponerte el traje de los sueños, y quitarte la realidad de los demás, con
que dejen de importarte, no... Se trata de quitarse de encima las malas
experiencias o las expectativas de ellos acerca de ti, su ignorancia acerca
de tu misión de vida, quizás ellos no saben si estas haciendo lo
correcto, como saber si un niño hace lo correcto cuando patalea
nervioso ante una noticia sobre su mamá que se debate entre la
vida y la muerte, las apariencias engañan lo crees un "mal-educado"
cuando sólo "está" nervioso en dicha circunstancia de vida, este
cuento sirve para animarnos en la consecución de los sueños, pero
no es una invitación a reprimir-controlar emociones, para parecer
ser mejor de lo que uno es en estos tiempos, ese camino es mas
largo y tedioso. No se puede emular a un viejo sabio como
Goraknat, muchos están hace muchos años en estas cosas, otros...
llevan dos o tres años o meses, sin embargo, hay algunos que llevan
siglos... así que, date tiempo... (Maribel Fombella)
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