Secretos del Club Bilderberg y otros secretos al descubierto

"Tampoco a mi me han domesticado,
también soy inefable, 
lanzo mi salvaje graznido 
en los tejados del mundo, 
lanzo mi cuerpo 
al centro del veloz remolino 
y lo disperso en jirones de espuma..."

                         WALT WHITMAN
 .


                                 "El que ríe el último, ríe mejor.".. .

                                              ¿mejor que quien...? 


ESO NO importa quien, lo diré de otro modo porque no me gustan las pelis con un final feo, ni la muerte es el final... cuando la historia no acaba bien está claro que no es el final, y el circulo no se ha completado, es como si te dejaran a la espera de una segunda parte, lo repito de otro modo... Es mejor reirse "the last· lo último, es decir, al final"

Cuando el drama ya ha pasado o está a-puntito... entonces estás listo, y estás lista para reirte cuando al fin, estás tan completamente harta/o de sufrir, por eso... porque te has hartado que un día aprendes cómo no hacerlo ya, te desidentificas, te importa un pito y trasciendes... aunque dolor y sensibilidad no es drama y sufrimiento para nada,.. pero un día vas riéndote de tus caídas, de las cosas mas graciosas que te han pasao y hasta de las desgracias más gordas, de tus luces y tus sombras.

Y yo no sé quien será el ultimo en enterarse de "la que está cayendo a ciertos niveles subterráneos, porque basta de hablar de altas esferas y de mirar `para arriba como si fuesen dios cuando parecen haber salido del infernal ruido del pacto de los silencios del crimen organizado y encima financiado por sociedades a escala mundial. 

Mientras se van atreviendo algunos más, porque algunos políticos y periodistas ya lo están haciendo... voy a abrir de nuevo "esa puerta" para airear la casita humana pero SÓLO un rato, vengo de haberme reido de todo eso después de haberme deprimido un tiempito porque no podía creerme lo que habian hecho las élites sub-terráqueas... debido a un reflejo inverso de: "Piensa el ladrón que todos son de su condición" y eso le pasa y nos pasaba a mucha gente de a pie, que no podiamos creernos que hubiera tanta mala uva concentrada en tarjetas de credito, vicios y paraisos fiscales, no hablo sólo de los políticos, sino de los que diseñaron la fuga del capital y las cajas negras de sus bancos inter-nacionales. Todo se sabrá a su debido tiempo... cuando cada quien esté listo para abrir los ojos, tirar del hilo y hasta salirse de filas. 

Lo que más me había entristecido... era ver cuánta gente seguía viendo AL EMPERADOR - VESTIDO, a fuerza de oír decir a los demás que "efectivamente" el emperador iba vestido, y es que la TEle es mucha TELE, ha sido un buen  COme-cocos para quien no tuvo escuela, y hasta para quien la tuvo pero no ha tenido quien le despierte, ni los nervios "atados" como para soportar la verdad a secas, con que... AHORA, YA es hora de que cada quien busque e investigue, lea y escuche a  ciertos periodistas sin censura. 

NO TODOS saben las mismas cosas, unos saben unas cosas y otros saben otras... 
pero entre la gente de a pie muy pocos querían parecer ser el ultimo en enterarse por la importancia que se le sigue dando al aparentar y a la importancia personal en sí: "Ah, si, pero eso ya se sabia, hombre... que el emperador iba desnudo, que esos nos estaban engañando, "lo de...Eso?"   ¡ESO lo sabíamos todos!"      

                                                          ...Ya...   

Pues Ahora que se note... Vamos a cambiarlo entre TODOS imaginando algo más bello 
y más humano... Haz tu parte, lee cuando puedas "Los secretos del Club Bilderberg" de Daniel Estulín o algún libro de Rafapal, de cómo la Ingenieria del come-coco de masas 
usó la prensa, el aporreo musical (por ejemplo el diseñado para los Beatles para alterar los nervios hasta la histeria colectiva, cómo manipularon la opinión publica en cada pais para 
ir a la guerra, "peleando" a ambas partes sólo para vender armas, cómo hacen el lavado de dinero, el espionaje industrial y de todas esas guerras frias de virus de gripe A, é-bola 
(és-bola, ebo-lie: mentira, una bola), como pasó con el  Aviso en Pearl Harbour que NO le hicieron caso, porque no se quiso evitar la Guerra...

De modo que cuando no ha sido  por las limitaciones de los arboles genealógicos de la familia de cada uno, de la cual se heredan comportamientos, patrones mentales y formas de ser y de no ser, han estado también esos límites que diseñaron los banqueros, los jefes de la mayoría de los gobiernos de esa globalidad artificial socio-económica...DE modo que Aún no son libres de pensar quienes no han constelado sus árboles,

Entonces ¡Qué puedes hacer? De momento elige lo mejor que puedas cada día, creando cosas mejores que éstas que tal vez estés asumiendo al leerlas, porque ESAS las han hecho ya, pero ya pasaron... Ahora se trata de imaginar que es posible crear y atraer mejores cosas, y dos consejos: empieza por tu propia casa, tu gente, constela tu familia y no pierdas demasiado tu propio tiempo convenciendo de estas "verdades sociales nuevas",  por tu propio bien, poco a poco con el voceo de calle, que siempre ha podido más que la tele y siempre podrá... se enterarán los de tu casa etc, todo se está sabiendo... pronto habrá cada vez más personas despiertas, sensibles, amorosas y conscientes ( una aclaración, aún no son del todo conscientes los que saben y conocen cosas, si que pueden servir para muchas cosas, pero sin amor de verdad no hay servicio posible por muchos datos que se tengan...). 

Está saliendo a la luz la corrupción en todos los ámbitos, y como es arriba es abajo, pero NO TODOS son ni somos iguales... hay mucha diversidad de estilos y de franquezas, de niveles amorosos y de compresión, pero no apoyes la falsa humildad, la hipocresía en lo material y menos en lo espiritual, Jesucristo comía, dormía y manejaba una economía, y por supuesto AHORA no somos monjas, monjes, ni templarios. Así que la intención que uno lleva en lo más profundo y no la que aparente es lo que cuenta... y eso siempre ha sido así... 
                           
                              "... Porque Hay cosas que NO Cambian y 
                                                  Otras en cambio sí..." 

                                                               Morfeo - Matrix            


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Este es el impactante final del libro de Daniel Estulín, también es esperanzador, el libro no es que lo sea, peor informa y hayq ue saber, nos guste o no, mucho peor es no querer saber... Aún se pueden pensar mas soluciones, pero con lo que Daniel Estulín ha vivido... Se aconseja leer con las esencias de la flor de lys a mano, para contra-restar el miedo y el shock de "saber". Y aunque no lo leas, la flor de lys te haré siempre bien ya que disuelve el miedo colectivo.

                                                     

En memoria de mi abuelo   
Final del libro de Estulín: Los Secretos del Club Bilderberg

Ésa fue la última vez que lo vi vivo. Un anciano de complexión normal, de noventa y seis años de edad, sentado en su destartalado diván, mirando a través de sus exageradas gafas, encontrándose con mi mirada, pero apenas capaz de reconocer mis ojos. Estaba vivo porque se movía y hablaba, o más bien porque hacía un esfuerzo inhumano para enlazar las letras, que se derramaban en los lugares más recónditos de las profundidades de la conciencia que le quedaba y se negaban con tozudez a unirse para formar sintagmas coherentes. En los últimos meses de su larga vida, a mi abuelo, un hombre que se expresaba con claridad y al que le encantaba el humor y el debate, le faltaban literalmente las palabras. En una especie de acto de crueldad final, el cáncer le robó el lenguaje antes de robarle la vida.

Con mi billete de avión de vuelta a España en la mano, me pase por su casa para despedirme. En mi última visita no nos dijimos gran cosa. Yo no encontraba las palabras apropiadas. Estaba sin aliento y me costaba respirar porque sabía que nunca más volvería a verle. «Adiós» era una expresión demasiado simple y demasiado atroz.

En la mesa de la sala de estar, apoyada contra la pared, había una fotografía de mis abuelos, hecha poco después de su llegada a Canadá en 1983. Mi abuela había fallecido hacía poco más de un año. Mi abuelo, enfermo de gravedad en aquel momento, nunca se recuperó de la pérdida de alguien a quien había amado profundamente durante más de cuarenta años.

Curiosamente, las dos caras que me miraban fijamente desde la amarillenta fotografía tenían vida porque se movían y hablaban, porque estaban vivas cuando se hizo la fotografía; pero también estaban muertas, dado que las personas fotografiadas ya son un recuerdo.

Tratando por todos los medios de no romper a llorar, sigo recordándome a mí mismo que estas páginas son una reivindicación de la honestidad a expensas de la crueldad y la oportunidad. El tema principal no es la política ni tampoco es una crítica abierta del totalitarismo, sino más bien el latido del corazón de un hombre, y por eso le rindo homenaje. Por eso debería leerse.

La muerte clínica de mi abuelo se constató el 18 de abril de 1995. Se suponía que había sido la última tarde que había sido él mismo, como dijo Auden acerca del día en que murió Yeats: «Él se convirtió en sus admiradores.» Él se convirtió en un recuerdo; desapareció en las profundidades de su nombre. Es uno de los misterios de la muerte, que debería suponer una mínima diferencia para todos, menos para los allegados a esa persona. ¿Qué ha cambiado? ¿Y qué pasa si la vida y su re-cuerdo que perdimos ya es profundo y enriquecedor, suficiente para toda nuestra vida? ¿Qué más queremos? Este hombre era mi abuelo y yo, su nieto favorito. No era una simple persona para mí, ni tampoco era una simple reputación. Su nombre era sinónimo de honradez, maneras de ver y pensar, instinto de supervivencia más de lo que he visto nunca; alteraban la forma de pensar de quienes le observaban y escuchaban. Su vida no puede cambiarla su muerte.
Se me caen las lágrimas mientras escribo estas líneas.

Como el resto de nosotros, la gente muere como mínimo dos veces: físicamente y conceptualmente. Cuando el corazón deja de latir y cuando empieza el olvido. Los más afortunados, los más grandes, son aquellos en los que la segunda muerte se pospone de un modo considerable, tal vez indefinidamente. Supongo que mi abuelo, en este sentido, era un hombre afortunado. De alguna manera, milagrosamente, los hombres uniformados cuyas vidas se vieron influidas por el coraje de mi abuelo empezaron a ofrecer sus respetos. Llegaron llamadas desde todos los países y rincones imaginables del Planeta, un tributo a la infinita admiración que él, mi abuelo, un ex agente del con-traespionaje de la KGB, infundió en esas personas en las que influyó en sus vidas. Las palabras de consuelo y condolencia de estas personas, expresadas a través de su lenguaje sumamente personal, como el amor y como la muerte, persisten irrevocables en mi memoria después de más de una década.
No dudamos de nuestra propia sensación de existir, pero siento claramente que necesito mostrar el pasado de mi abuelo a los demás, puesto que su infancia, para la mayoría, debe parecer irreal, una fantasía, una leyenda.

Su abuelo era un soldado entre soldados. Se pasó veinticinco años defendiendo al Imperio zarista, a Alejandro II y a Alejandro III. Mi abuelo siguió la tradición militar de la familia. Participó en la Revolución, la guerra civil rusa y las dos guerras mundiales. Mientras defendía a los Minsk en las primeras semanas de la Segunda Guerra Mundial, toda su familia, once hermanos y hermanas, su padre, su madre y una abuela de ciento cuatro años de edad, fueron exterminados por los nazis en Karasy-Bazar, Crimea.

La muerte no es estar ausente, sino volverse ausente, ser alguien y después desaparecer, dejando huella. Si pensamos en las personas tal como se desea y las reconstruimos, nos estamos recordando a nosotros mismos su historia humana y su estilo personal, un hecho, un acto público percibido. Es lo que creamos a raíz de escuchar al hombre, un análisis crítico aunque no (esperemos) una mentira. El propio concepto de la máscara implica la existencia de la cara. La metáfora del segundo yo es un intento de alejarnos de todo esto, de enterrar a la persona en el misterio.

Algunas muertes son meros lapsos o imaginaciones. ¿Necesitamos pruebas concluyentes de que alguien existía? ¿Necesitamos pruebas concluyentes de que era quien era? En la época de Stalin, seguro que las necesitaba. La voluntad férrea de mi abuelo había rescatado a muchos hombres de alarmantes episodios de violencia brutal, que nos recuerdan la apabullante variedad de formas en que pueden perderse vidas reales.
Llevaba una vida de verdad. No se limitaba simplemente a vivir.

Tal vez ahora podemos acercarnos a una de las revelaciones más sobrecogedoras: lo real es la vida que llevamos cuando nos perdemos a nosotros mismos, cuando abandonamos o nos salimos de la ficción racional de nuestra identidad, cuando nos enamoramos y, sobre todo, cuando nos enamoramos profundamente de un modo irremediable, brutal y estúpido.
Mi abuelo se había casado en una ocasión, en 1930. Había tenido tres hijos. Entonces llegó la guerra. Combatió en Bielorrusia, defendió Brest, pero le obligaron a retirarse con lo que quedaba del Ejército Rojo debido al avance alemán. En algún momento, en el caos resultante, perdió la pista de su familia. Una madre y tres niños de ocho, cinco y tres años de edad no podían ir tan rápido como el Ejército Rojo o como los soldados nazis. Fueron capturados por los nazis, enviados a un campo de concentración y exterminados.

La Segunda Guerra Mundial, tal como demuestro en este libro y como he puesto de manifiesto ampliamente en mi primer libro sobre el Club Bilderberg, fue astutamente financiada por los  Rockefeller, los Loeb y los Warberg. El príncipe Bernhard, fundador del Club Bilderberg, también estaba implicado. Era nazi. La familia real británica simpatizaba en su mayoría con los nazis, al igual que la mayor parte del Eastern Establishment «liberal» de Estados Unidos, el entramado plutocrático que domina la vida económica, política y social de ese país. Hitler, la bestia, fue creado por los mismos que hoy asisten en secreto a las reuniones del Club Bilderberg, el CFR y la Comisión Trilateral. La historia, para esta gente, es una pizarra en blanco en la que defecar contra la angustia de otros. ¿Alguien me puede culpar por despreciar tanto al Bilderberg y a sus homólogos?
En este sentido, el recuerdo no es la búsqueda de la verdad, sino un rechazo a la muerte, ya que nada nos devolverá a esa persona. Es irredimible: continúa y continúa, es una cara permanentemente descompuesta en el espejo. Dejando a un lado el espiritualismo fácil, los muertos sí hablan. Nos asesoran a través del recuerdo, a través de nuestra comprensión tardía pero a menudo reveladora de lo que habrían dicho.
En mi caso, mi abuelo sigue siendo mi piedra angular —compañero de viaje— incluso después de la muerte. Está tan ausente como presente.
Tiempo y espacio, los trucos del mundo herido por todas partes, el montón de residuos que llamamos historia, que también representan sus éxitos. Son sus éxitos. Como el tiempo, conservan la magia que lo hace desaparecer.
Me acuerdo de él sobre todo cuando llega su cumpleaños. Pero, para mí, este año es diferente. La edad es una acumulación de vida y de pérdida. La edad adulta es una serie de líneas cruzadas. He traspasado un umbral. De ahora en adelante, estoy solo...
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Conclusión
Este conflicto, entre quienes aman la libertad y entre quienes quieren someternos, está lejos de llegar a su fin. Se han cosechado muchos éxitos, pero también ha habido muchas decepciones. Un grupo de decididos ciudadanos de todo el mundo que aman la libertad ha obligado a los todopoderosos miem-bros del Bilderberg a ponerse a cubierto, a volverse más reservados, más paranoicos y, en lo sucesivo, menos invisibles. A nuestra lucha se han unido hombres y mujeres de todos los servicios secretos de Occidente y de algunos de la Europa del Este. En los pasillos del poder pasan pocas cosas de las que no nos informen casi de inmediato nuestros contactos de confianza. Operamos desde la legalidad, contrastando tres veces nuestras fuentes, referencias y pistas. Este esfuerzo no resulta ni mucho menos fácil. Pero cuando me siento cansado por el sacrificio que me ha exigido esta lucha, pienso en los millones de personas de todo el mundo que han luchado y muerto para que un día, nosotros, la generación que les ha sucedido, podamos disfrutar de los privilegios de la libertad y de la búsqueda honesta y decente de la felicidad que nos ha permitido tener su sacrificio.
Hubo una época, cuando me sentía desdichado, enfadado y frustrado porque nadie parecía escuchar, entender y ser consciente de los nubarrones que se cernían sobre nosotros, en que me sentí traicionado por la sociedad y me lo tomé muy a pecho y como algo personal. Quería salir huyendo, estar solo, compadecerme de mí mismo y, en última instancia, culpar al resto del mundo de las fechorías de unos pocos delincuentes. Entonces maduré. Pensé en las familias de israelíes y palestinos asesinadas en medio de una espiral de violencia y odio cuyas vidas habían quedado destruidas para siempre por la atroz maldad que representa el odio. Este odio no es espontáneo, sino que lo han impuesto y manipulado con maestría desde bastidores los controladores del Bilderberg/CFR/Comisión Trilateral/Mesa Redonda/RIIA, que están arrastrando a un mundo reticente a su total extinción. Pensé en los millones de bebés del crack nacidos en los barrios pobres de la ciudad y en las decenas de millones de adictos al opio cuyo futuro se ha convertido en una drogadicción porque unos pocos elegidos hacen grandes fortunas a costa de la desgracia de los demás. Pensé en las mentiras y en la muerte de cientos de millones de jóvenes soldados inocentes que fueron enviados a su fatal destino por una ingeniosa campaña de propaganda de Verdún y de todos y cada uno de los demás conflictos, como las dos guerras mundiales, Corea, Vietnam, las Malvinas, Panamá, Afganistán, Iraq, etc. Pensé en el agente naranja y en el síndrome de la guerra del Golfo, responsables de convertir a jóvenes soldados robustos y musculosos en frágiles ancianos con tan sólo treinta años de edad. Pensé en los cientos de miles de víctimas del bombardeo de Dresde, víctimas inconscientes del experimento con conejillos de Indias realizado por el Instituto Tavistock.
Y me mantengo firme y resuelto con el cada vez mayor número de estadounidenses, canadienses, británicos, franceses, españoles, portugueses, holandeses, belgas, daneses, suecos, finlandeses, noruegos, australianos, africanos, asiáticos y europeos que han perdido toda la fe en sus gobiernos, a los que les provocan náuseas las mentiras, la avaricia, la duplicidad, la pantomima, la jocosidad y la manipulación de quienes se denominan a sí mismos nuestros «líderes» pero que, de hecho, son un montón de basura que debe tirarse en el montón que llamamos cubo de la basura de la Historia. Sus nombres, cuando ganemos esta guerra, serán recordados como un destello entre la vida y la muerte.
Hace trescientos setenta años, Galileo Galilei fue perseguido por enseñar que la Tierra era redonda y daba vueltas alrededor de una desconocida estrella en el extremo de una galaxia desconocida. La Iglesia católica y gran parte de la población vilipendiaron a este gran hombre porque les aterrorizaba que al decir la verdad alterara el orden social. Como dijo alguien, «el problema es la renuncia
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intrínseca de la gente a enfrentarse a aquello a lo que teme, con lo cual ponen como cabeza de turco y sacrifican a su prójimo ante una maldad a la que no osan enfrentarse ellos mismos».
Vivo esperando el día y la hora en que hombres y mujeres de honor reconocerán que la dignidad, la bondad, la integridad, la confianza y el amor al prójimo son tan indispensables para la supervivencia de la raza humana como lo fueron los descubrimientos de Galileo. Estos principios de humanidad deberían guardarse como un tesoro en algún documento en algún lugar para el futuro lejano, de forma que si un futuro tirano decide traicionar de nuevo a la humanidad, lo pagará caro.

A simple vista, este libro trata de un club secreto conocido simplemente como el Bilderberg. Sin embargo, a un nivel mucho más profundo trata de la fe interior y convicción en las que no puede influir la opinión pública, el soborno o el ansia de riqueza y poder. Este libro trata de la integridad y el honor, y de cómo enfrentarse y superar el miedo. Trata de ayudar a la gente a pensar y a analizar de un modo independiente, incluso de los denominados expertos, representados con maestría por to-dos los grupos de medios de comunicación que dirán a la gente en qué teoría conspiradora creer.

Este libro trata también de mi vida y del rechazo frontal a vivir con miedo. Hasta mi último suspiro viviré como un hombre libre, caminando por el mundo como debería hacerlo un hombre libre, con la cabeza bien alta. Sólo cuando decidamos que el miedo dirija nuestros actos es cuando aquellos a los que nos oponemos y a los que despreciamos habrán ganado realmente. Tal vez aquellos que menosprecien este libro por intentar decir la verdad, por miedo a ponerse en ridículo, descubrirán, disgustados, que su camino lleva finalmente a un callejón sin salida.

                                                            

Daniel Estulin       

                                                                 ----****----


... Siempre hay salidas... maravillosas salidas si no él mismo no habría escrito este libro, y no hay que oponerse ni despreciar porque se acrecenta, lo comprobé el año pasado al oponerme a uno de mis "plagiantes", de modo que le di de comer tela de energía, pero angelito, es que estaba "es-maya-o". Lo que pasa es que como hay que comer también, hay que abrir nuevos caminos, para que coma todo el mundo después de reírse, después de descubrir esa verdad, (porque tambien está la verdad de los sentimeintos de uno y otras cosas) espero que uno de esos nuevos caminos sea la sana risa creativa. Valor para vIvir y Afrontar lo que ha sido, lo que Ahora Es y lo que puede Llegar a Ser.

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