David González: "La poesía es comunión"



Se sienta el Rick´s Café a hablar con David González Lobo que hoy presenta su poemario Dulcamara (Ediciones en Huida) en la Casa de la Provincia de la mano de los escritores Miguel Florián, Agustín María García López y del editor. Será una tarde hermosa en un espacio donde confluyen la historia y los pueblos, la Judería sevillana o Barrio de Santa Cruz, junto al Alcázar árabe y frente al Archivo de Indias. Y de las vivencias propias y de su familia y amigos de aquí y de allá, nos habla con sus versos David González.
De la aventura de la tierra que le vio nacer para embarcarse en su propia odisea para buscar su paraíso personal. ¿Lo habrá encontrado? Lee su lírica y lo sabrás.
¿Cómo ayuda la poesía a cruzar ese puente entre la noche y la lluvia?
La poesía, afincada en la interioridad de las personas, en sus sentimientos, capta la realidad, la traduce, y expresa, mediante un objeto artístico, el poema, el deseo de transformarla; es decir, a través de ese texto nos desvela de nuevo el amor, la vida y la muerte; refresca, revive y nos alerta ante estos temas fundamentales y todos los subtemas y motivos que lo forman.
La poesía enciende la luz de la atención, remueve, nos coloca frente a nosotros mismos, frente a los otros, con los otros, nos identifica; por eso la individualidad del poema se hace legión, porque es vida de uno que es vida de todos; la poesía es comunión. La poesía nos da la mano y sirve de piel mojada o de paraguas.
El agua maternal, ¿es la herencia recibida? Mientras el agua del río, ¿es la vida elegida?
El agua maternal es el hilo principal que nos ata la tierra, que nos circunscribe; estamos marcados por la idea protectora o no de la madre; a cada cual le toca o no cierto nivel de protección o desamparo y desde ese estado inicial comienza nuestra historia personal, nuestros monólogos, nuestros diálogos. Es probable que la historia familiar, sea una u otra, nos marque hasta la muerte; aunque también es posible que el agua del río, la vida elegida, nos haga comprender y ejecutar una ruptura inevitable con la sobreprotección o con la distancia, o si no hay rupturas radicales sí asumiremos, para crecer, una compresión compasiva y crítica que nos distancie del desamor, del egoísmo, de la indiferencia.
Cómo compensa el río el dolor de la lengua.
Escribir poesía siempre será aproximarnos al objeto sobre el cual escribimos; escribir poesía es profundizar y traducir nuestro mundo personal y hacerlo legión; pero por más intensa, profunda, cercana, crítica y expansiva que sea la escritura, ella es fulgor, cambio, movimiento, un estado pasajero que siempre impulsa hacia delante, hacia atrás; la poesía es una noria, cielo y tierra en la emoción del giro. El lector, mi hermano, el otro yo de la escritura, recoge la emoción que quedó en el poema; lo frágil se ilumina y el poema y la poesía recomienzan.
Cómo se siente uno, extranjero, cuando da de beber a animales, mujeres, pobres y tristes frente a la mirada inquisitorial de los plutócratas.
Uno se siente desamparado, excluido, juzgado, lento, humano, mujer, pobre, triste, agua, camino, fragilidad, comunión. Nos distinguen ciertos y marcados rasgos en cuanto a la equidad y el reparto de los bienes públicos. La organización y gestión del estado debería propulsar, a través de la educación, hombres libres que no necesitasen casi nada a nivel económico, aparte de la vivienda, de la alimentación, la salud, el trabajo y sobre todo el disfrute del poco tiempo que tenemos para vivir.
¿Qué análisis haces de la inclusión de los inmigrantes en España?
Tomo como mía la frase: mi casa es el mundo y mi familia es la humanidad; nunca he tenido país ni países; sí, nací en Venezuela, y quiero profundamente a mi país, pero podría haber nacido en Colombia, en Túnez, Tailandia, en Portugal, qué más da. Soy González Lobo de apellidos y eso históricamente me acerca de pleno a la cultura española pero mi sangre también es india, negra, y vaya usted a saber… después de tanta mezcla. Hijo, como todos, de culturas y tradiciones varias.
Los derechos y deberes deben partir de la libertad, la responsabilidad y del reparto justo, de lo que el sentido común dice que debería ser de todos y no de un grupo étnico, de una condición económica, social, de una inclinación sexual, más poderosas tradicionalmente.
A qué cumbres deseas llegar con tu búsqueda.
A la comunión a través de la poesía; a acercarme cada día más a la oralidad; a terminar el poema y no saber por dónde empezar el próximo poema, en el sentido de no anclarse uno en fórmulas que tienden a hacer perder el fulgor, la mágica sorpresa de la alquimia del lenguaje poético.
¿Qué capacidad sanadora tiene la naturaleza frente a las heridas de la vida?
Somos naturaleza para empezar, y por sí misma la naturaleza es, en su parte vegetal, productora del oxígeno que necesitamos y consumimos todo el reino animal. Eso es ya suficiente de por sí. Pero la naturaleza en general está provista de múltiples elementos que ponen a funcionar plenamente nuestros sentidos. En ella se halla contenido un equilibrio constante entre la vida y la muerte que nos alucina por su complejidad cíclica y nos alerta de nuestra propia fragilidad. Casi todas las facetas del comportamiento humano podrían verse a través del espejo de la naturaleza. Además sus infinitas formas son un gozo para el pensamiento, la reflexión, el descanso, la meditación, y un gran texto que artistas y personas en general han humanizado porque su especial cercanía nos acompaña, vivifica y fortalece; la naturaleza dialoga con nosotros y nos hacemos amigos.
¿Qué se conserva de tu mirada infantil sobre tu pueblo y gente?
Se conserva la lluvia a raudales, días enteros lloviendo en Barinitas, mi pueblo; un pueblo del piedemonte andino venezolano; el jardín selvático del patio de nuestra casa (la actitud amorosa de mi madre ante la naturaleza); mi padre tejiendo redes en el poyete de la ventana de la tienda, en la antigua casa de mis abuelos, o leyendo por las noches después de volver del trabajo (la incisiva actitud de mi padre en la conversación y el diálogo); el olor del chocolate con canela que preparaba mi madre los días de lluvia y neblina, el huerto que mi hermano y yo cuidábamos ya no sé cómo y al que un día entraron todas las aves del mundo, dijo mi hermano cuando regresamos del colegio y el huerto había desaparecido; recuerdo gente sencilla, apacible; también recuerdo niños haciendo ruidos con el trompo, la perinola, las cometas, los balones, el béisbol, la algarabía infantil en general. La tienda de mi padre tenía cuadraditos de alcanfor, chanclas, hules, exvotos, material escolar, zapatos, alambre de espino, grapas, clavos, cuerdas para atar ganado, pistones, plomos y cartuchos de escopeta, manteca de cerdo, de caimán, manteca de tigre, aceite de hígado de bacalao, aceite de ricino, quina, guarapo de piña, chicha, rosquitas de pan de horno, verduras, hortalizas, legumbres, cereales…
Ah, y la música de los bailes (quien no bailaba no existía) y la guitarra, las maracas y el arpa de la música tradicional, de los boleros, de las serenatas que anunciaban el camino de los amores.
Venían los campesinos con sus cargas de frutos, cereales, tubérculos, que vendían a la tienda de mi padre o hacían trueque. Queda Francisco García con su burro camino al conuco.
En aquella casa, y en aquella tienda de mi infancia está el origen de mi poesía. En mi cuarto de la infancia y de la adolescencia, de suelos rojos, leí a Rafael Cadenas, a Eugenio Montejo, a Enriqueta Arvelo Larriva, Fernando Pessoa, José Ángel Valente…
¿Cómo eran tus conversaciones con tu hermano Ariel bajo el árbol?
Mi hermano Ariel simbolizaba la aventura y el peligro que conllevaba. Nuestras conversaciones eran parcas, mi hermano era músculo, potencia y el salto al monte, a las montañas, a los arroyos, a los ríos. Él apenas movía los labios con una sonrisa de hermano mayor y eso significaba tú aquí a mi lado y a mi ritmo pero yo era más pequeño e inexperto y él se perdía en medio del monte, se abría paso entre las lianas; iba ladera arriba o ladera abajo como una exhalación, y cuando volvía, en la procelosa compañía de los muchachos de su pandilla sonreía con la picardía de su edad de hombre en ciernes. A veces ante el desconcierto hablaba como un señor de todos los tiempos y de todos los espacios y decía que él me vigilaba siempre y que no había nada que temer y así fue siempre; pero yo si temía y gimoteaba y temía a las serpientes, pero cuando me hablaba como un dios o como un padre, los temores desaparecían poco a poco como mis lágrimas.
Sobre qué te gustaría hablar que no hayamos hablado
De la ingente labor que están llevando a cabo las editoriales independientes, como la que publica mi poemario, En Huida, a favor de la difusión literaria y en especial de la poesía.
Encarar tal aventura es establecer un puente desinteresado entre el escritor y su comunidad, para que la compañía, el compartir sensibilidades permita, a través de la luz que aporta la literatura, apostar por el gozo, la reflexión, la crítica.
La editorial En Huida da cabida a nuevos valores literarios que continúan la tradición poética andaluza, española e internacional y apuesta también por escritores de comprobada andadura literaria. En estos momentos críticos, económicamente hablando, sólo se puede decir que estamos delante de una aventura amable, poética, quijotesca, que merece un aplauso y nuestro apoyo.

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